Bernardo era un niño muy inteligente
pero muy, muy desordenado, por lo que todos los días su mamá lo regañaba.
- ¡Bernardo, quiero ver tu cuarto
ordenado!
- Ya voy mamá, respondía. Pero nunca lo
hacía.
Su cuarto era tan desordenado que las
medias se encontraban por todos lados, hasta encima del televisor se
encontraban, no se sabía cuales estaban limpias y cuales sucias. Sus juguetes
regados por todo el cuarto al igual que sus cuadernos.
Tal era el desorden de Bernardo que era
difícil caminar por allí. Él lo tomaba con mucha gracia pues imaginaba que
estaba pasando por obstáculos peligrosos como en su video juego.
Mamá cansada de ver ese desorden, le
decía Bernardo arregla tu cuarto, ya no quiero ver más reguero por toda tu
habitación ¡yo no te lo arreglaré!, hijo, no sea que un día de estos te lleves
una sorpresa.
El respondía, tranquila mamá, todo está
bajo control. Conozco mi cuarto al derecho y al revés.
Un día, Bernardo trataba de encontrar
su cuaderno de matemáticas pues era el día en el que el profesor revisaría sus
trabajos, se había esforzado mucho en hacer sus tareas, pero nada, buscaba y
buscaba y no lo encontraba. Sin querer tropezó con su patineta y ¡zas! un golpe
se dio en la cabeza.
Al despertar se encontró en su cuarto, no
encontraba la puerta, quería llamar a su mamá y no le salía la voz. Angustiado
buscaba la puerta en todo el desorden, pero cada vez había mucho más,
hasta en las paredes se encontraba algún objeto, medias, zapatos, libros, pero
la puerta o la ventana no.
Quería salir de allí, era su cuarto,
pero no encontraba espacio para caminar, si pisaba algo, se multiplicaba el
desorden.
Bernardo se sentía muy temeroso, tan
abrumado y desesperado que empezó a llorar, pero sus lágrimas eran tantas que
el cuarto comenzó a inundarse, pero la ventana, ni la puerta las encontraba, no
había por donde salir.
Quiso pedir ayuda, pero la voz no le
salía y aun así, gritaba con tanta angustia que de pronto… sintió un golpe en
la puerta y una voz que le decía: Bernardo estas bien, preguntaba su mamá.
Abrió sus ojos y vio en la puerta a su
mamá, que alivio que sintió. Se paró de inmediato y abrazó a su mamá.
Ella le preguntaba nuevamente si se
encontraba bien. Bernardo le contestó, mejor que nunca, te quiero mamá, te
prometo que de ahora en adelante voy a ser muy ordenado.
Y así fue, ahora su mamá estaba feliz
pues Bernardo era un niño muy juicioso, inteligente y ahora ordenado. Ayudando
incluso con los quehaceres de la casa.
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