Había una vez un niño llamado Toño. Él, a menudo perdía las cosas y la verdad, no le importaba mucho, porque sus padres luego se las reponían comprándole unas nuevas. Así que no cuidaba nada de nada.
Tenía entre sus cosas muchos juguetes, carros, aviones, súper héroes, muñecos de peluche.
Cuando salía de paseo o iba al centro comercial siempre llevaba consigo uno de sus juguetes, el que más le gustaba en se momento y justo cuando llegaba a casa se daba cuenta que lo había perdido y le decía a mamá que no encontraba su juguete favorito, lloraba un poco y luego jugaba con otras cosas. Pero mamá llegaba de su trabajo con una sorpresa, traía un nuevo juguete a casa y Toño muy feliz se ponía, dándole un enorme abrazo.
Un día, hacía un hermoso día con un sol radiante, por lo que mamá decidió llevar a Toño al parque, él estaba durmiendo y al escuchar la invitación, saltó de inmediato de la cama, lleno de alegría y felicidad.
Se alisto y empezó a empacar varios
juguetes, entre ellos llevaba un balde para jugar en la arenera.
Toño se subió al auto con sus padres y les ayudó a llevar la merienda para hacer un picnic.
Cuando llegaron al parque, salió corriendo con sus juguetes a la arenera. Le encantaba este lugar porque podía construir castillos y caminos e imaginaba que él era un rey poderoso y no permitiría que nadie atacara su reino.
De pronto, Toño recibió un fuerte
balonazo en la cabeza. Él, en ese momento se sintió algo extraño, pero al abrir
sus ojos, observó que en la arenera ya no estaba solo.
A su alrededor se encontraban figuras que cobraron vida, pero en su rostro se podía ver demasiada tristeza. Allí se podía ver un osito de peluche, un super héroe, un carro, un gato y hasta un ave un poco rara, aunque para Toño no lo era tanto.
Toño les preguntó ¿por qué están tan tristes?, ellos respondieron que algún día tuvieron un dueño que los olvido y ellos ya no lo recuerdan, solo saben que en algún lugar de su cuerpo se encuentra el nombre de él.
Toño les dijo: no se preocupen, todos ustedes pueden estar juntos y no necesitan de nadie y el oso le respondió, no niño, no creas eso, cuando a uno lo olvidan el mundo ya no es igual, yo siento que me falta algo, y así nos sentimos todos, por eso estamos muy tristes y nada, ni nadie nos da consuelo.
Toño se quedó observando un ave muy particular, le recordaba algo, la tomo en sus manos y recordó que alguna vez tuvo una igual cuando su mamá le quiso enseñar la letra ñ y casi no encontraban palabras para aprenderlas por eso mamá le compró un juguete… un ñandú para que nunca olvidara esta letra.
Entonces, Toño la revisó por todo lado y en una de sus alas encontró escrito su nombre. Quedó un poco perplejo, asombrado y hasta angustiado, pues todos estos juguetes han estado muy tristes por culpa de él y nunca le dio importancia a esto.
Así que comenzó a mirar a cada una de las figuras y al observarlas comenzó a comprender que era cada uno de los juguetes que sus padres le habían comprado y él, los había perdido por su descuido.
Les pidió perdón por lo que había hecho y prometió cuidarlos y llevarlos a casa, cada juguete se llenó de mucha alegría, le dieron un beso o un fuerte apretón de manos.
De pronto, Toño escuchó la voz de mamá
que lo llamaba para hacer un rico y delicioso picnic con los alimentos que
llevaban, de inmediato cada juguete empezó a convertirse nuevamente en una
figura de plástico, felpa o metal.
Toño tomó a cada juguete perdido y a
todos los que llevaba y los colocó justo a su lado como invitados de esa rica y
deliciosa merienda que mamá había preparado y que papá ayudaba a servir.
Todos disfrutaron estar en familia,
como antes, como siempre lo habían soñado.
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